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El corazón y los pulmones: ¿qué conexión existe entre estos órganos?

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¿Qué se esconde detrás de un nombre?
Hablemos de las pruebas de función pulmonar. Las pruebas de función pulmonar (PFP) son el método de referencia que utilizan los médicos para atender a los pacientes que acuden a su consulta con problemas respiratorios, desde asma hasta fibrosis pulmonar, y son la herramienta con la que diagnostican disnea a los pacientes cuya enfermedad no parece tener una causa clara. Los médicos necesitan saber con certeza la cantidad de aire que contienen los pulmones, cómo entra y sale este aire y cómo se transfieren el oxígeno y el dióxido de carbono de los alvéolos al flujo sanguíneo. Una vez disponen de toda esta información, pueden empezar a diseñarse procedimientos personalizados para ayudar a los pacientes a respirar mejor.

Pero no todo es tan sencillo, ya que los pulmones no se encuentran aislados en medio de la nada, ni en la teoría ni en la práctica. La tarea que desempeñan los pulmones puede verse afectada por cualquier alteración en el funcionamiento habitual de otros aparatos y sistemas. Los pacientes con problemas como deformidades en la pared torácica u obesidad pueden presentar barreras mecánicas para desarrollar una función pulmonar óptima. Los problemas del sistema nervioso central también pueden afectar al funcionamiento pulmonar, principalmente por la noche. Y, por descontado, cualquier problema pulmonar puede afectar, a su vez, al funcionamiento de otros órganos. Es probable que el corazón sea el órgano al que mejor se aplica esta relación de reciprocidad. No obstante, las PFP siguen siendo una herramienta poco utilizada para evaluar las afecciones cardíacas.

Bienvenidos al barrio
Cuando me llegan pacientes que buscan una respuesta sobre sus problemas respiratorios, les suelo explicar que es difícil encontrar la solución de las afecciones respiratorias que derivan de problemas cardíacos. Muchos de ellos empiezan con los mismos síntomas: dificultad para respirar, intolerancia para realizar cualquier tipo de actividad física, debilidad, fatiga… Y muchos de ellos comparten los mismos factores de riesgo, como el tabaquismo o la exposición a contaminantes/irritantes por inhalación, entre otros. Además, ambos sistemas colaboran de manera muy estrecha. Una de mis analogías preferidas es imaginar la distribución del oxígeno como si fuese un tren de carga en el que los «contenedores» de hemoglobina se cargan con oxígeno y esta «carga» es transportada por el corazón «maquinista» hacia los distintos tejidos. Si el corazón no bombea correctamente, el oxígeno no llega a los destinos establecidos, lo cual suele provocar una sensación más o menos importante de disnea.

En estos casos, parece evidente que deberían realizarse PFP para confirmar o descartar un problema cardíaco y poder avanzar en el diagnóstico. Pero, de nuevo, tal como les explico a mis pacientes, el corazón y los pulmones son vecinos en todos los sentidos. Cuando existe una buena relación entre vecinos, todo funciona de manera armoniosa. Si uno de los vecinos empieza a organizar fiestas constantemente con música extremadamente alta, acaba siendo una molestia. En este caso, es fácil determinar el origen de la molestia y suele ser relativamente fácil encontrar una solución al problema. No obstante, ¿qué sucede si el vecino en cuestión empieza a llevar a cabo acciones muy sutiles, como, por ejemplo, dejar que sus arbustos invadan poco a poco el jardín colindante? Al principio, puede que esto no suponga una molestia, pero si un día quiere realizar una reforma, es posible que quiera saber dónde se encuentra exactamente el límite de propiedad.

Es necesario mantener el bombeo de la sangre
Por este motivo, es necesario tener en cuenta las PFP no solo para los problemas respiratorios, sino también para los problemas cardiovasculares. Según la Organización Mundial de la Salud, las enfermedades cardiovasculares (ECV) son la principal causa de mortalidad en el mundo y provocan la muerte de unos 18 millones de personas al año en todo el mundo1. Se trata de una cifra elevadísima, a pesar de que cada vez se dispone de más investigaciones centradas en cómo combatir los factores de riesgo para las ECV, como pueden ser la hipertensión o la insuficiencia cardíaca. Uno de los motivos por los que estas cifras siguen siendo tan elevadas puede que sea el hecho de que se sigue obviando sistemáticamente la relación existente entre los pulmones y el corazón.

Por suerte, las investigaciones siguen evolucionando y hacen hincapié en la existencia de esta conexión cardiopulmonar y en su utilidad para detectar las ECV. Uno de los artículos más interesantes publicados en los últimos años analizaba información del Jackson Heart Study, una amplia colaboración epidemiológica entre National Institutes of Health, distintas instituciones académicas y la población de Jackson (Mississippi). El objetivo del estudio era identificar cómo reducir las disparidades existentes en el ámbito sanitario entre la comunidad negra y de otras razas. El estudio se centra en la reducción de la prevalencia de ECV en la comunidad y trata de mejorar la atención sanitaria de manera general a largo plazo. Una de las propuestas para lograr el objetivo propuesto fue popularizar el uso de la espirometría.

La espirometría es una prueba pulmonar esencial, que suele utilizarse para detectar enfermedades pulmonares obstructivas, provocadas por algunos factores de riesgo de las ECV, como, entre otros, el tabaquismo. También existe una relación bastante sólida entre las enfermedades obstructivas y la mayor carga que estas suponen para el corazón, ya que suelen derivar en insuficiencias cardíacas de distintos tipos2. Así pues, el resultado mostraba que los patrones espirométricos obstructivos se asociaban con un mayor riesgo de insuficiencia cardíaca. Lo que sorprendió de este estudio fue que los patrones restrictivos también resultaron ser un factor de riesgo claro de insuficiencia cardíaca, casi al mismo nivel que la obstrucción. Los datos mostraron que tras un período de seguimiento de una media de 8 años, al 8 % de los pacientes con patrones restrictivos se les diagnosticaba una insuficiencia cardíaca más adelante, en comparación con el 10,6 % de pacientes con un patrón obstructivo (y con solo el 3,8 % de pacientes con un resultado espirométrico normal). Del mismo modo, el patrón restrictivo se asoció con unos valores de endotelina más elevados (un biomarcador de riesgo de ECV) así como con una tensión arterial sistólica pulmonar más alta, lo cual aumenta el riesgo de hipertensión pulmonar3. De nuevo, todo esto puede detectarse con una prueba de espirometría de calidad, una herramienta accesible para cualquier consulta de cardiología (o incluso de atención primaria).

El latido de las pruebas pulmonares
Otros estudios han reforzado los resultados del Jackson Heart Study. Otro proyecto epidemiológico de amplio espectro es un estudio del riesgo de aterosclerosis en las comunidades, conocido como ARIC (Atherosclerosis Risk in Communities). Este estudio se diseñó para ampliar los conocimientos de los factores de riesgo y de las consecuencias de la aterosclerosis, otro factor de riesgo principal de las ECV. En este estudio, varios pacientes de cuatro ciudades de los Estados Unidos (entre ellas, casualmente, la ciudad de Jackson, en Mississippi) se sometieron a un seguimiento durante varios años con una serie de parámetros. En la primera visita, se obtenían los valores de espirometría iniciales de los pacientes y, unos tres años después, debía obtenerse una serie determinada de valores. El grupo de estudio descubrió que el cuartil de pacientes con una mayor disminución del volumen espiratorio máximo en el primer segundo (FEV1) entre ambas mediciones presentaba hasta cuatro veces más posibilidades de padecer una insuficiencia cardíaca en el año posterior al seguimiento y un 25 % más de probabilidades de padecer un accidente cerebrovascular (ACV4). La situación no era mucho mejor para quienes presentaban una disminución rápida en la capacidad vital forzada (FVC). Este grupo presentaba un riesgo elevado de padecer insuficiencia cardíaca en los siguientes 17 años posteriores al seguimiento. Estos riesgos se mantenían invariables incluso cuando se tenían en cuenta distintas características personales, como el tabaquismo, lo cual demuestra que los pulmones pueden proporcionar una visión general de la función cardiovascular.

Atención para las enfermedades mixtas
Hasta ahora hemos hablado de las afecciones cardíacas de manera aislada. Pero, como ya hemos comentado, muchos de los factores de riesgo que causan afecciones cardíacas, también provocan problemas pulmonares y, por supuesto, las afecciones pulmonares de larga duración pueden tener un impacto en la función cardíaca. Así pues, podemos observar que existen muchísimas posibilidades de que estas afecciones compartan características. Podemos seguir debatiendo sobre si las afecciones simultáneas como el asma o la apnea del sueño deberían considerarse o no enfermedades concomitantes o «enfermedades mixtas», pero cualquier enfoque centrado en los pacientes requerirá que se supervisen y se traten simultáneamente todas las afecciones, ya que, por lo general, suele ser muy difícil predecir cuál de los procesos es el principal responsable de la mortalidad. Por ejemplo, en el caso de la EPOC, a mucha gente le sorprende descubrir que la mortalidad se atribuye con mayor frecuencia a un problema cardiovascular que a una afección pulmonar2. Por ello, resulta esencial que los médicos de atención primaria y los cardiólogos estén familiarizados con las pruebas de espirometría y con la información que se obtiene con estas pruebas o que, teniendo en cuenta las dificultades derivadas de la coordinación entre distintas disciplinas, se valore la posibilidad de integrar programas de espirometría y de pruebas de función pulmonar en ambas disciplinas. Los espirómetros actuales caben en la palma de la mano y su mantenimiento es relativamente sencillo. Además, no son difíciles de utilizar y el personal sanitario puede aprender a usarlos con destreza rápidamente, lo cual les permite obtener información de primera calidad que les ayudará en la toma de decisiones. La tecnología ha avanzado hasta el punto en el que todas las pruebas de función pulmonar están disponibles, con la participación de los laboratorios correspondientes, en un formato compacto compatible con prácticamente cualquier consulta que desee poder evaluar el estado cardiovascular de sus pacientes de manera más pormenorizada.

Camino al futuro
Dejemos las cosas claras, ni la espirometría ni ninguna otra prueba de función pulmonar reemplazará a las pruebas cardíacas tradicionales como una ecocardiografía, una evaluación de biomarcadores o la opinión de un médico con experiencia. No obstante, al igual que en los estudios realizados con datos de la vida real se halaga a otros ensayos clínicos más rigurosos, las pruebas de función pulmonar también pueden proporcionar información valiosa sobre el estado de salud general de un paciente. Puede que incluso proporcionen suficiente información para generar mejores predicciones clínicas y, en cualquier caso, parece que son útiles para el tratamiento de afecciones mixtas o complejas. Por ello, como ya mencionamos al inicio, es probable que sea el momento de reconsiderar la etiqueta de «prueba de función pulmonar» Quizá ha llegado el momento de desencasillarla y recordar a los profesionales sanitarios que, al igual que los ojos se consideran ventanas del alma, los pulmones pueden considerarse ventanas del tórax y debemos incitar a todos los profesionales sanitarios a hacer uso de estos procedimientos para evaluar los problemas que se originan más allá de los pulmones. ¡Algunas marcas han renovado por completo su imagen por mucho menos!


  1. Maclay, J. D., McAllister, D. A. & Macnee, W. Cardiovascular risk in chronic obstructive pulmonary disease. Respirology 12, 634-641, doi:10.1111/j.1440-1843.2007.01136.x (2007). ↩︎

  2. Macnee, W., Maclay, J. & McAllister, D. Cardiovascular injury and repair in chronic obstructive pulmonary disease. Proc Am Thorac Soc 5, 824-833, doi:10.1513/pats.200807-071TH (2008). ↩︎ ↩︎

  3. Wang, B. et al. Association of lung function with cardiovascular risk: a cohort study. Respir Res 19, 214, doi:10.1186/s12931-018-0920-y (2018). ↩︎

  4. Morgan, A. D., Zakeri, R. & Quint, J. K. Defining the relationship between COPD and CVD: what are the implications for clinical practice? Ther Adv Respir Dis 12, 1753465817750524, doi:10.1177/1753465817750524 (2018). ↩︎


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